La pandemia sitúa el ser joven como uno de los principales factores de exclusión social en 2021. El Informe Foessa alerta sobre la especial situación de vulnerabilidad de la juventud española
Ser joven en España ya no es el comienzo de un proyecto futuro sino que se ha convertido en uno de los principales factores de exclusión social en 2021. El informe de la Fundación Foessa publicado recientemente alerta sobre la situación de especial vulnerabilidad social de la juventud española. La pandemia, según el estudio, ha golpeado a unos jóvenes que ya partían de una grave desigualdad provocada por la anterior crisis.
La Fundación Foessa analiza en su informe el incremento de la brecha social durante el último trienio, que ha afectado especialmente a los colectivos ya de por sí más vulnerables, como es el de los jóvenes.
USO reivindica medidas estructurales para los jóvenes
En España, alrededor de 2,7 millones de jóvenes entre 16 y 34 años han sufrido en 2021, y continúan sufriendo, algún tipo de exclusión social, lo que les impide cumplir sus proyectos de transición a la vida adulta. En USO somos plenamente conscientes de que hemos construido una sociedad en la que sin empleo no tenemos un proyecto vital y de que, en nuestro país una cantidad desproporcionada de jóvenes no tienen ni lo uno ni lo otro.
Por ello es preciso que las autoridades públicas entiendan que la realidad de las personas jóvenes es preocupante y que, su carácter estructural, requiere de medidas que piensen en el largo plazo, como el aumento en el parque público de vivienda o reformas laborales que tengan en cuenta su delicada situación.
Como indica el Informe Foessa, no habrá una salida de esta crisis si no se compensa el desequilibrio que existe entre generaciones, así como las desigualdades dentro de la propia juventud.
2,7 millones de jóvenes afectados por la exclusión social en 2021
Según este, en España en 2021 aproximadamente 2,7 millones de jóvenes entre 16 y 34 años están inmersos en procesos de exclusión social. De estos, casi un millón y medio se encuentran en situación de exclusión severa. Este dato convierte el hecho de ser joven en “un factor de exclusión en sí mismo”.
Estos procesos de exclusión se caracterizan por la prevalencia de las dificultades laborales y en el acceso a la vivienda, y en menor medida, dificultades en el ámbito del consumo.
Con respecto al empleo, la más importante de las dimensiones, en los primeros momentos de la crisis del COVID-19, la mitad de los trabajos que se destruyeron afectaron a jóvenes menores de 35 años, lo que supuso una rápida y desproporcionada caída del empleo joven.
Y este hecho tiene su explicación en el tipo de empleos que, desde hace años, se ofrecen a los jóvenes: precarios, temporales y de corta duración. Uno de los datos que lo confirma es que solo la mitad de la población joven, un 50,3% disfruta o ha disfrutado de un contrato indefinido.
Dentro de la población joven, es especialmente preocupante el aumento de las cifras de exclusión, tanto moderada como severa, de la población gitana y de origen extranjero y proveniente de hogares más vulnerables. También, el aumento de la brecha de género que confirma que las desigualdades entre hombres y mujeres no solo se producen en las franjas de edad más elevadas.
La generación de las dos crisis
Los datos que revela el Informe Foessa solo confirman el agravamiento de un problema de carácter estructural: el de los procesos de exclusión de la población joven en nuestro país.
En primer lugar, la construcción social de la juventud española se caracteriza por abarcar un amplio rango de edad -de 16 a 35 años-, que ha considerado el estudio. Por un lado, el porcentaje de personas de 16 años que abandonan los estudios en España es notable y, por otro, se da un importante retraso en la edad de emancipación y acceso al empleo estable.
Por otro lado, al carácter estructural de la precaria situación laboral de los jóvenes y las consecuencias de ello en el plano social, se suma el mazazo de dos crisis que han afectado a toda una generación, pues a los que tenían 18 años en 2008, les ha alcanzado la crisis de 2020 con 30 años.
Desigualdad generacional e intergeneracional
La desigualdad provocada por la crisis sanitaria, posee dos vertientes: han crecido las desigualdades entre generaciones, pero también dentro de la propia juventud.
Así, la tasa de exclusión para la juventud se situaba en 2018 en un 22,1 %, 4,4 puntos menos que el segmento de la población de entre 35 y 64 años. En 2021, esta tasa de exclusión social de las personas entre 16 y 34 años ha crecido hasta el 28,3 %, 6,2 puntos respecto a 2018. Aunque la tasa de exclusión de la población adulta también ha aumentado hasta el 23,6 %, sigue siendo más baja que la de los jóvenes. Si lo comparamos con la de la población mayor de 65, esta se triplica.
La exclusión social severa también ha aumentado entre los jóvenes, concretamente en 5,1 puntos desde 2018, llegando al 15,1 % en 2021. Como cabría esperar, aunque también se ha producido este fenómeno entre la población adulta, el incremento ha sido menor, situándose esta tasa en el 12,5 % para las personas de entre 35 y 64 años y en un 3,4 % para las personas de más de 65 años.
Pero las desigualdades también se han dado a nivel intrageneracional. Las situaciones de exclusión social severa se agravan proporcionalmente según se reduce la edad. Un 15,1 % de las personas de 25 a 29 años y un 16,2 % de los que tienen entre 16 y 24 años, sufren este tipo de exclusión.
Además de las cohortes generacionales, debemos destacar como factores agravantes de la exclusión la residencia en barrios degradados o marginales y el nivel educativo.
Feminización de la exclusión, también entre los jóvenes
La brecha de género también es importante. Dentro del colectivo joven, especialmente afectado por las dos crisis, las mujeres jóvenes han salido todavía peor paradas. En el último trienio, las condiciones laborales precarias, las tasas de pobreza, y, por tanto, la incidencia de la exclusión social, ha aumentado entre ellas.
La tasa de exclusión moderada de las mujeres de 16 a 34 años asciende hasta el 15,1 %, 3,5 puntos superior a la experimentada por los hombres del mismo grupo de edad (11,6 %). En el caso de la tasa de exclusión severa registrada es del 16,1 % y 14,1 % respectivamente (dos puntos porcentuales de diferencia).
No solo la tasa de exclusión es mayor entre las mujeres jóvenes, sino que ha crecido más rápidamente. Mientras que, en el caso de los hombres, la tasa de exclusión se incrementó en 4,2 puntos porcentuales en los tres últimos años, la de las mujeres subió 8,5 puntos. La exclusión severa creció 3,9 puntos en hombres y 6,2 puntos en mujeres.
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