Coincidiendo con su centenario como institución tripartita, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) acaba de publicar su informe sobre ‘Perspectivas Sociales y de Empleo en el Mundo – Tendencias 2019’. Los nuevos datos mundiales sobre 2018 recopilados por la OIT indican cierto avance, pero sobre todo revelan la persistencia de importantes déficits de trabajo decente y diferentes tipos de problemas en las diversas regiones.
En general, las tasas de participación laboral entre los adultos vienen reduciéndose desde hace 25 años; esa reducción es aún más pronunciada entre las personas jóvenes de entre 15 y 24 años. Se calcula que esta tendencia descendente continuará en el futuro. Es evidente que hay factores causantes positivos, como la mayor tasa de escolarización, las mayores posibilidades de jubilación y la mayor esperanza de vida. Sin embargo, el aumento de la tasa de dependencia (esto es, el porcentaje de personas económicamente inactivas con respecto a las activas) plantea nuevos desafíos en términos de organización del trabajo y distribución de los recursos en la sociedad.
Generalización de los déficits de trabajo decente
En 2018, la mayoría de los 3.300 millones de personas empleadas en el mundo sufrieron déficits de bienestar material, de seguridad económica, protección social y de igualdad de oportunidades, y carecieron de margen suficiente de desarrollo humano. Disponer de un empleo no siempre garantiza condiciones de vida decentes.
Es significativo que, en 2018, 360 millones de personas fueran trabajadores familiares auxiliares, y que otros 1.100 millones trabajaran por cuenta propia, a menudo en actividades de subsistencia realizadas debido a la falta de oportunidades de empleo en el sector formal y/o a la ausencia de un sistema de protección social. Un total de 2.000 millones de trabajadores estaban en el empleo informal en 2016, el 61 % de la población activa mundial.
Se calcula que en 2018 había 172 millones de personas desempleadas en el mundo, una tasa de desempleo del 5%. Es llamativo que la recuperación hasta los niveles predominantes antes de la crisis financiera mundial haya tardado un total de nueve años.
Las mujeres, las personas jóvenes (de entre 15 y 24 años) y las personas con discapacidad siguen teniendo muchas menos probabilidades de estar empleadas. Es significativo que estén en el desempleo muchas más mujeres (85 millones) que hombres (55 millones). Además, es mucho más probable que las mujeres trabajen a tiempo parcial, aunque un importante porcentaje de ellas afirma que preferiría trabajar más horas. Además, la mayoría de los países presentan brechas salariales de género «ponderadas por factores», que oscilan entre el 10% y el 25%o, lo cual indica que el mundo dista mucho de hacer realidad el principio de una remuneración igual por un trabajo de igual valor.
Otro aspecto preocupante es que más de una de cada cinco personas jóvenes no trabaje ni estudie ni reciba formación (los ninis). Estas personas no están adquiriendo calificaciones bien cotizadas en el mercado de trabajo, de modo que sus posibilidades de empleo futuro se reducen.
En 2016, seguía habiendo 114 millones de niños de entre 5 y 14 años en el empleo; si bien esa cifra va reduciéndose, no lo hace al ritmo adecuado para poder conseguir la meta de poner fin al trabajo infantil en todas sus formas a más tardar en 2025.
Variación de los problemas del mercado laboral entre países y regiones
El avance hacia la consecución de las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible nº 8 es más lenta de lo previsto. Los países menos adelantados registraron un aumento del crecimiento anual del PIB inferior al 5% en los últimos cinco años, es decir, que no han llegado a la meta de un crecimiento anual del 7% como mínimo. Para conseguir el desarrollo sostenible cabría impulsar las actividades productivas, la innovación y la formalización, optimizando al mismo tiempo el uso racional de los recursos en la producción y el consumo.
El consumo material mundial per cápita está aumentando pese a los avances respecto del uso racional de los recursos en los países de ingreso alto. Un aspecto más positivo es que, desde 2011, ese aumento se ha desacelerado y el consumo material por unidad del PIB incluso se ha estabilizado.
Con respecto a la seguridad y salud en el trabajo, las tasas de lesiones profesionales mortales y no mortales varían en gran medida entre países. La tasa de lesiones profesionales tiende a ser mucho más elevada entre los hombres que entre las mujeres. En el caso de los migrantes, en la mayoría de los países están expuestos a un riesgo mayor de sufrir lesiones profesionales que los no migrantes.
En el caso de España, el informe no arroja cifras positivas con respecto a nuestros socios europeos. Es el segundo país europeo en desempleo (el primero es Grecia), tiene un porcentaje de trabajo precario (temporal y parcial no deseado) de los más altos y su tasa de actividad es de las más bajas. Además, sus brechas entre género siguen siendo altas, tanto en tasa de actividad hombre-mujer como en el plano salarial.
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