Las cifras que rodean la violencia de género son, este año, aún más alarmantes y deben hacernos reaccionar como sociedad de una vez por todas. La violencia ejercida contra la mujer, lejos de frenarse, va aumentando cada año. En lo que llevamos de 2014, son ya 44 las víctimas mortales de esta lacra social y cuatro más, son objeto de investigación judicial. Se trata, principalmente, de mujeres con edades comprendidas entre los 31 y 50 años, de las que el 66,7% convivían con sus parejas.
Los trágicos números se van incrementando, a pesar de que las denuncias disminuyen, según datos ofrecidos por el Consejo General del Poder Judicial, que indican que las denuncias por violencia de género han registrado un descenso de un 9,3% desde 2008 hasta 2013. Esta reducción del número de denuncias no deben entenderse como un descenso de este tipo de violencia, sino como una consecuencia del desempleo femenino, la precariedad laboral, el difícil acceso de las mujeres al empleo, en definitiva, de la crisis económica que agrava aún más la dependencia económica de las víctimas y les impide poner fin a esa situación.
El impacto de la crisis económica en el empleo y en los recortes sociales contribuyen, de forma negativa, en la disminución del número de denuncias por violencia machista. En este mismo contexto, las renuncias al proceso judicial se han elevado desde el inicio de la crisis. El apoyo a la víctima para denunciar se hace igual de necesario en el inicio del proceso judicial.
A pesar de que el 92% de la población considera inaceptable la violencia de género, ésta forma parte ya de lo cotidiano. Estamos cayendo en la peligrosa dinámica de asumir socialmente esta situación como inevitable. La ciudadanía se está habituando, en cierta medida, a que los medios de comunicación ofrezcan noticias de víctimas mortales o casos de maltrato. La violencia contra la mujer se está interiorizando en una sociedad que la rechaza pero que convive, casi a diario, con ella.
La sociedad no puede guardar silencio ante la violencia de género, y para ello se hace necesario conocer la problemática real que sufren las mujeres maltratadas, sin prejuzgar a las víctimas sino entendiendo en profundidad la situación que están padeciendo: la dependencia emocional y la económica, esta última mucho más acusada desde el inicio de la crisis.
Por ello, sigue resultando de vital importancia llevar a cabo una profunda labor de concienciación social y sensibilización contra la violencia machista, para, de esta forma, atacar el problema desde su raíz, haciendo especial hincapié en la educación de la infancia y la de juventud, los hombres y mujeres del futuro que no deben, ni pueden, aceptar ningún tipo de violencia psicológica, física o de control hacia la mujer, construyendo una sociedad igualitaria y realmente democrática.
La denuncia es un mecanismo efectivo para contribuir en la lucha contra la violencia machista, pero para que la víctima dé este importante paso debe estar informada y sentirse respaldada y protegida, por ello se ha de dotar de recursos humanos y económicos a los diferentes ámbitos de la administración y entidades que trabajan en la atención a las mujeres víctimas de maltrato. Es fundamental la labor de apoyo y acompañamiento de la mujer maltratada, respondiendo a sus necesidades en un contexto de daño moral, psicológico y, en muchos casos, económico.
Los trágicos datos que rodean a la violencia de género no son estadística, son mujeres con nombres y apellidos, menores, entorno familiar… Por ellos, es responsabilidad de todos los agentes implicados en esta lucha proveer de medidas de prevención, asistencia y protección a todas aquellas víctimas de violencia de género para la eliminación total de la violencia machista, donde primen las necesidades de las víctimas y no los presupuestos en crisis de un gobierno o un país.
La eliminación de la violencia contra la mujer es responsabilidad de todos y todas. La prevención, la protección, el apoyo y la asistencia a las víctimas de violencia machista son las herramientas con las que la sociedad tiene el deber de luchar contra esta lacra social, cada vez más extendida.
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