El nuevo informe de tendencias de empleo de la OIT refleja un aumento de la pobreza, de la desigualdad y pérdida de derechos sociolaborales por el covid
Pérdida de derechos laborales, más pobreza y aumento de la desigualdad. Conclusiones catastrofistas, pero reales, de una profunda crisis social y de empleo en todo el mundo, de una “disrupción sin precedentes”, provocada por el covid-19. La crisis comenzó como crisis sanitaria y de salud pública en algunos países, pero la OIT refleja que le ha dado la vuelta a nuestro mundo tal y como lo conocíamos.
Para estas afirmaciones, la Organización Internacional del Trabajo se basa en su informe “Perspectivas Sociales y de Tendencias para el Empleo en el Mundo” en 2021. La OIT advierte de que se han perdido derechos laborales y ha crecido la pobreza a nivel global, aunque de forma desigual entre países y colectivos. Asimismo, alerta de que la crisis está lejos de haber terminado y la recuperación de la economía mundial también será desigual.
La pandemia ha actuado como agravante de unas desigualdades estructurales ya existentes. Se han multiplicado exponencialmente la cantidad de trabajadores pobres, y de empleos precarios y vulnerables. Ello significa un aumento significativo de la brecha entre países ricos y pobres. Dentro de los países, a su vez, entre las empresas según su tamaño, y entre los trabajadores de un mismo entorno.
Las previsiones de recuperación, que será muy dispar, apuntan, como mínimo, a 2023. Ser mujer, joven o migrante son factores de riesgo para una mayor precariedad, pérdida de derechos y exclusión social.
El informe comienza con una radiografía general de la situación del mercado de trabajo tras el primer año de pandemia y los retos que se plantean en él de aquí en adelante. El primero es afrontar el “déficit de puestos de trabajo”. Se han perdido 144 millones de puestos, entre los destruidos y los que no se han generado.
Además, ha menguado el tiempo efectivo de trabajo: se han trabajado un 8,8% menos de horas. La pérdida es mayor en las regiones de América Latina y el Caribe, Europa y Asia Central. Ello supone un ingente número de personas desempleadas, que la OIT calcula que crecerán en 2022 y se situarán en los 205 millones. En 2019, eran 187 millones.
Alternativas a un sector de servicios precarizado
Uno de los retos para mejorar la calidad del empleo es reducir el peso del sector servicios. Es necesario buscar otros modelos productivos y laborales más sostenibles. Pero también implementar políticas que impulsen mejoras en los empleos en este sector, caracterizado por sus malas condiciones de trabajo.
La OIT ya había hecho hincapié en su informe de tendencias de 2018. Hoy podemos comprobar, a posteriori, que en Europa los países más afectados por la pandemia vuelven a ser, una vez más, España, Italia y Grecia, donde el porcentaje del sector servicios es más elevado, por encima del 60% del total del empleo. Unas conclusiones en línea con el necesario cambio de modelo productivo para España que propugnamos desde la USO, y que pasan por más digitalización, I+D+i, servicios públicos de calidad e industria.
Asimismo, le informe habla de recuperar los sectores de actividad económica más perjudicados por la crisis: “los servicios de alojamiento y restauración; el comercio mayorista y minorista; la construcción y la industria manufacturera”. Denuncia la vulnerabilidad de las pequeñas empresas, que se enfrentan a graves problemas financieros. Pero también de las empresas informales, una realidad de mucho peso en demasiados países, y que no han podido acceder a las ayudas públicas de la Covid-19.
Crece la pobreza de forma desigualdad
El informe, con todo, pone el acento más llamativo en la desigualdad que ha generado la pandemia. Las condiciones preexistentes de los diferentes países no pueden obviarse. Las medidas de contingencia que se han aplicado han sido diferentes según el lugar y han afectado de una forma muy desigual al esqueleto de los sistemas productivos y a las condiciones de vida de las personas. Ahora, es el acceso a la vacuna y el ritmo de aplicación lo que nos aleja aún más de una recuperación desigual.
Los datos no dejan lugar a dudas: hay todavía una cantidad considerable de trabajadores informales, aproximadamente 2.000 millones. Suponían el 60,1% de la fuerza de trabajo mundial en 2019. La categoría de trabajadores pobres o sumamente pobres (menos de 3,20 dólares por persona al día) ha aumentado respecto a 2019 hasta los 700 millones de personas trabajadoras, 108 más que el año anterior. 34 millones de trabajadores de estos están en situación de pobreza extrema, datos que, en opinión de USO, son intolerables.
Las medidas para evitar el cese del empleo o la caída de ingresos laborales han sido más habituales en países con ingresos altos y han afectado, dentro de estos, a los trabajadores formales. El teletrabajo, por ejemplo, ha sido un avance para unos pocos. Y, además, según señala el informe, y en consonancia con lo que predicamos desde la USO, puede mejorar la calidad de vida de algunas personas, pero también conllevar pérdida de cohesión social y retroceso en la conciencia colectiva.
Mujeres y jóvenes: el eslabón más débil de la desigualdad
Por otro lado, hablar de desigualdad implica necesariamente hacerlo desde una perspectiva de género. No es nuevo: las mujeres partían de una situación de desventaja respecto a los hombres en materia de empleo y de derechos, y, como consecuencias, se han visto especialmente afectadas por la crisis del coronavirus.
La contracción del empleo femenino, según el informe, fue del 5%, frente al 3,9% del de los hombres. Más mujeres han dejado el mercado laboral y más mujeres han asumido un aumento de responsabilidades domésticas y tareas de cuidados. Sin ir más lejos, en España un 87,17% de las excedencias concedidas por cuidado en 2020 fueron a mujeres. Asumir una carga extra es una concepción perversa del término “conciliar”.
También muchos jóvenes se han quedado sin posibilidades de encontrar un trabajo decente a largo plazo. Sumado a que la pandemia ha quebrado las oportunidades educativas, especialmente en las regiones sin infraestructura digital.
Asimismo, una gran cantidad de trabajadores migrantes se han quedado sin empleo o han visto reducidos o retrasados sus salarios. Se ha trasladado a su vez a una caída inevitable de las remesas que ayudan a sostener parte de la economía familiar en sus países de origen.
Agenda 2030: no hay prosperidad sin Estado del Bienestar para todos
El informe de tendencias en 2021 de la OIT demuestra que es muy difícil avanzar en derechos y mejora de calidad del Estado del Bienestar. La fuente de prosperidad principal es el empleo, y hemos retrocedido en esta materia como no conocíamos en la Historia Presente.
Si no planificamos una recuperación teniendo en cuenta todos los factores mencionados en el informe, el punto de partida para la siguiente crisis será aún peor. No hay que olvidar, nos lo recuerda 2008, que las crisis son cíclicas, y debemos estar preparados para afrontarlas.
Desde USO consideramos que no debemos perder el horizonte de la Agenda 2030. Aunque sea difícil de conseguir, uno de sus objetivos fundamentales es la erradicación de la pobreza. Esta crisis nos ha demostrado que, si salimos todos, salimos mejor. Sin Estado del Bienestar para todos, no hay prosperidad común.
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