El estado de alarma cambió nuestras vidas hace un año, pero la “normalidad” no ha vuelto aún
Cuando el 14 de marzo del año pasado toda España se congregó frente a la televisión, como no ocurría desde hacía años, para escuchar al mismo tiempo un mensaje institucional, no podíamos imaginarnos que tres palabras, “estado de alarma”, nos cambiarían la vida y seguirían en nuestro día a día un año después. La vida de todos dio un vuelco y vivimos, aunque hoy nos parezca hasta natural, una situación extrema en democracia: un confinamiento domiciliario, un “arresto” frente a un enemigo invisible. Entraba en vigor nada más aprobarse, aunque, por lo insólito de la medida, tal día como hoy, un lunes, se convertía en el primer día real de una España sin actividad “no esencial”.
Confinamiento, estado de alarma, servicios esenciales, permiso recuperable… y, después, fases, desescalada, pandemia, PCR, perimetrar… Vocabulario que no habíamos escuchado nunca o casi nunca y que, de repente, pasó a formar parte de nuestra vida cotidiana. Lo leíamos o pronunciábamos una docena de veces al día. Nos convertimos en aprendices de virólogos y de prevencionistas de la noche a la mañana. Nos acostumbrarnos a no vernos, a no tocarnos, a no abrazarnos. Un año después, la “nueva normalidad” no ha llegado. Un año después, seguimos en estado de alarma.
La USO respondió y dio la talla, demostró para qué sirve un sindicato
Hace un año ya que el coronavirus covid-19 comenzó a extenderse de forma imparable por nuestro país. Un hecho sin duda histórico por su incidencia y consecuencias, y por lo que ha evidenciado y ha manifestado al conjunto de la sociedad. “Su impacto en nuestro país ha sido brutal. Se ha sumado a un escenario laboral ya precarizado, de muy baja calidad y con un diálogo social de florero; se ha sumado a un ambiente político embarrado por la crispación y el histrionismo; a una capacidad empresarial y un modelo productivo carcomidos; y a los posos de una anterior crisis de la que aún se empezaba a salir, aunque fuera de mala manera”, resume Joaquín Pérez, secretario general de USO.
El máximo dirigente de la Unión Sindical Obrera recalca que “el impacto del virus y de esta crisis ha sido y es generalizado. Esta vez no se salva nadie. La pandemia y sus efectos son un reto sin precedentes también para nuestra organización. Desde el inicio, en USO hemos tenido que darlo todo y mucho más; en cada puesto de trabajo, en cada centro, en cada sector. El sindicato ha ofrecido su mejor versión en el peor escenario desde la Transición”.
Pérez rememora que “podría contar mil y una anécdotas de sindicalistas con conductas que podemos calificar de heroicas, en atención e información; de teléfonos, ordenadores y sedes echando humo; de raza, de cómo se ha respondido a esta alarma que también ha sido sindical. En definitiva, de lo que somos y para qué estamos”.
Y, como no puede ser de otra manera, Joaquín Pérez recuerda que “hemos dado la talla también en lo referente a demandas, reivindicaciones o posicionamientos. Con la crítica y las manos libres; con el respaldo de ser tercera fuerza sindical, pero con una independencia y pluralidad que nos dan licencia para manifestar sin cortapisas lo que se ha hecho bien, regular, mal y, la mayoría de las veces, lo que no se ha hecho”.
Cómo el covid cambió la forma de ofrecer asesoramiento laboral
Desde la Secretaría de Acción Sindical y Salud Laboral, Sara García recuerda que “desde que arrancó la emergencia sanitaria y se tomaron las primeras medidas, desde USO tuvimos que reaccionar y adaptar nuestra forma de trabajo ante una situación que exigía redoblar nuestra actividad en el asesoramiento laboral, el análisis de una normativa cambiante de un día para otro. Un asesoramiento laboral que incluía una lucha sin precedentes por velar por la salud y seguridad de las personas trabajadoras en un escenario excepcional que nos impedía usar nuestras herramientas y modos de trabajo habituales”.
“La USO se adelantó a la declaración del estado de alarma en la adopción de medidas internas para salvaguardar la salud de los trabajadores y trabajadoras del sindicato, y también reaccionamos rápidamente para elaborar protocolos de PRL y recomendaciones ante el covid-19, en exigir permisos para los progenitores ante el cierre de los centros escolares, etc.”, rememora García aquellos días de mitad de marzo.
Tras la declaración del estado de alarma y el confinamiento domiciliario, “nuestra actividad sindical se multiplicó e intentamos, a pesar de tener que trabajar a distancia y cerrar sedes, que nuestra atención y asesoramiento llegasen a la afiliación, a los centros de trabajo y a la sociedad en general. Se hicieron guardias para atender consultas, para revisar hora a hora un Boletín Oficial del Estado que nos daba continuos sobresaltos de lunes a domingo. Para, rápidamente, analizar y enviar toda la información, novedades normativas y recomendaciones a toda la organización”, añade Sara García.
Velar por la seguridad laboral sin una base de cultura de prevención de riesgos
“Esenciales” fue una de las palabras de los primeros días de estado de alarma. Mucho se encumbraba a las personas de los sectores esenciales, pero poco o nada se las protegía. “Nada más decretarse el estado de alarma, exigimos al Gobierno que, en los sectores no esenciales, se paralizase la actividad, que se aprobasen medidas extraordinarias como el permiso retribuido para progenitores de menores escolarizados, ahora en casa. Y también que se facilitara negociar los ERTE o implantar otras medidas de flexibilidad, así como ayudas a las empresas para mantener el empleo y que no se vean abocadas a enfrentar despidos colectivos”, enumera Sara García.
Nunca como entonces la salud laboral cobró tanto protagonismo. “Por ello, exigimos que las personas que debían trabajar en servicios básicos o imprescindibles para el abastecimiento pudieran tener unas condiciones seguras, que se cumplieran a rajatabla las medidas de prevención de riesgos laborales. El objetivo era evitar su contagio y la propagación del virus. Para ellos, también exigimos el reconocimiento del covid-19 primero como accidente de trabajo, tanto la convalecencia como el fallecimiento, y luego, como enfermedad profesional. Aún hoy nuestra petición sigue desatendida”, apunta la secretaria de Acción Sindical y Salud Laboral de USO.
Recuerda que la Prevención de Riesgos Laborales “era la gran olvidada por la mayoría de las empresas y las Administraciones Públicas. Estalló la necesidad de implantar protocolos de actuación y medidas de protección. Esto dejó en clara evidencia la nula cultura preventiva que hay en nuestro país y nos obligó, en algunos casos, al extremo de tener que acudir a las Fuerzas de Seguridad del Estado para paralizar la actividad ante un riesgo grave e inminente para la salud”.
La necesaria respuesta inmediata a las preguntas de los trabajadores
Transmitir ese análisis y esos protocolos adquirió un cariz de inmediatez sin precedentes. “Nada más que el presidente del Gobierno estaba anunciando una medida en rueda de prensa, ya teníamos decenas de consultas acumuladas por todas las vías, especialmente en redes sociales. Y aún no se habían publicado los detalles en el BOE. Teníamos la doble responsabilidad de responder rápido y de no equivocarnos ni en una coma explicando una legislación en términos desconocidos hasta entonces”, explica Laura Estévez, secretaria de Comunicación y Estudios Sindicales de USO.
La información laboral nunca había sido tan necesaria y tan esperada. “Nada más publicarse cada análisis de un decreto en la web, las estadísticas de visitas se disparaban. Por un lado, teníamos la satisfacción de poner un granito de arena que tranquilizase a las personas que al día siguiente no sabían si tenían que trabajar o no. Pero, por otro, te daba vértigo pensar que tanta gente estuviera pendiente de saber qué iba a ser de su vida en una hora”, añade Estévez.
Más que nunca, “los flujos de información se distribuían por canales diferentes. En función de las consultas, nos dábamos cuenta de que era necesario adaptar los mensajes a cada potencial medio de comunicación, por pequeño que pareciera a priori. Se trataba de no dejar fuera a nadie”, sintetiza la secretaria de Comunicación y Estudios Sindicales de USO.
Un año después, seguimos en estado de alarma, pero faltos de soluciones
El primer estado de alarma nos llevó hasta el verano. Pero a la vuelta, la realidad nos golpeó de nuevo. Comenzó un nuevo estado de alarma que, por el momento, tiene fecha de fin en 9 de mayo. No es tan drástico, no volvimos a nuestras casas. Mas el problema sigue ahí, el enemigo invisible está fuera. ¿Es lo único que queda por resolver?
“A trazo gordo, los grandes pactos de Estado y las grandes políticas de futuro esperanzador siguen en la UCI. En materia de empleo, seguimos sin cambios significativos: ni para incrementar su calidad ni la cantidad. No hay un proyecto de país ni de cambio de modelo productivo. Se sigue sin apostar por la innovación y el desarrollo tecnológico, por un tejido empresarial con capacidad competitiva. Carecemos de un plan por el futuro de la industria, del desarrollo científico y de desarrollo sostenible, junto a otras cuestiones de sostenibilidad y protección social que siguen en la cuerda floja. La jugada maestra, aún en cuarentena, parece una macedonia con fondos europeos, vacunas, playa, sol y ladrillo”, reprocha el secretario general de USO.
Y, mientras tanto, “el Congreso, a lo suyo. Discursos de lápices afilados, postureos, polémicas y debates que no tocan. Y mucha falta de responsabilidad. Una soberanía de decepción constante. Los vemos incapaces de salir de su espiral partidista, de dejar a un lado líneas rojas que fragmentan y buscar soluciones; de trabajar de verdad para todos, que para eso deberían estar. Los grandes partidos han dejado mucho que desear durante todo este año. Ahora, que es cuando tenían que engrandecer la política y ponerla al servicio de todos, la denostan como nunca”, remata Joaquín Pérez.
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