La UE ha presentado un proyecto de Ley sobre Inteligencia Artificial pionero, pero que no protege los derechos laborales: USO pide más ambición
El proyecto de Ley sobre Inteligencia Artificial de la UE es un gran paso. Sin embargo, aunque aún debe mejorar en aspectos relativos a los trabajadores. A falta aún de pensar en una directiva, el Parlamento Europeo ha aprobado una propuesta de Ley sobre Inteligencia Artificial que incluye importantes aspectos en cuanto a la regulación de este sistema digital. Un gran paso, al que no obstante le falta regular muchos aspectos relativos a los trabajadores.
Entre los puntos positivos de esta propuesta de regulación, está el deber de consultar a los trabajadores y sindicatos antes de introducir la IA en el trabajo. Y también la obligación de analizar el impacto sobre los derechos fundamentales.
USO, junto con la CES, valora estos avances. Sin embargo, los sindicatos europeos demandamos una directiva para regular las lagunas del uso de la IA en el lugar de trabajo, de forma que se protejan los derechos laborales, y no solo los fundamentales.
Qué es la inteligencia artificial
La Comisión Europea define la Inteligencia Artificial como “software desarrollado con una o más técnicas y abordajes que pueden, por un conjunto de objetivos definidos por humanos, generar resultados como contenido, predicciones, recomendaciones o decisiones, influenciando los ambientes con los cuales interactúan”.
Así pues, para que la IA funcione, necesita de tres elementos:
- datos que pueden ser recolectados, tanto por máquinas como por humanos.
- algoritmo, que se refiere a un conjunto de instrucciones explícitamente definido y que describa cómo una computadora puede realizar una acción, tarea, procedimiento o solución de problema usando los datos recolectados.
- y el hardware, que se refiere a la máquina que computa.
El uso de la IA en el lugar de trabajo
Este tipo de sistema digital se aplica cada vez de manera más frecuente en el lugar de trabajo. Entre los daños que la aplicación de la IA ahí genera a los empleados, la OIT menciona:
- Intensificación del trabajo, a través de jornadas más largas e intensas.
- Discriminación/sesgos en prácticas automatizadas de recursos humanos.
- Presión sobre la salud mental y física.
- Pérdida de cualificación y desempleo, al tiempo que otras formas de trabajo temporal están en alza.
- Menores salarios, inseguridad económica, menos movilidad en el mercado de trabajo
- Supresión de la sindicalización.
- Pérdida de autonomía y dignidad con respecto a las prácticas de control y vigilancia; además de la perdida de privacidad.
A pesar de estos daños, una buena ley para la inteligencia artificial podría propiciar cambios positivos en el mercado laboral, siempre que se realice a través del diálogo con los sindicatos.
Buena parte de los trabajos del futuro tendrán su origen en este tipo de sistema digital, aunque podría producirse una polarización del empleo entre aquellos bien formados y remunerados, y las tareas que pueden hacer las máquinas; y, por tanto, son empleos para personas menos formadas y muy mal pagadas.
Es necesario abordar una nueva gestión de las relaciones laborales en las que la IA se constituya como un complemento o un facilitador del trabajo humano. Para ello, es imprescindible abordar la mejora en la formación continua, facilitando el acceso a la misma de todos los trabajadores. Y también hace falta regular la IA en el lugar de trabajo, para que esta no conculque ningún derecho fundamental.
Una ley pionera en el mundo
El Parlamento Europeo aprobó el pasado 14 de junio negociar la Ley sobre Inteligencia Artificial, de modo que se inicien las discusiones con los Estados de la UE y la Comisión, los denominados “trílogos”. El objetivo es que las negociaciones culminen durante la presidencia española de la UE. De esta manera, como muy tarde en 2026, Europa se convertiría en la primera región del mundo en contar con normas en vigor que regulan este tipo de tecnología.
Esta propuesta de ley prevé que los fabricantes clasifiquen su tecnología entre bajo y alto riesgo antes de comercializarla. Y recoge algunos aspectos de mejora, como:
- El deber de consultar con los trabajadores y los sindicatos antes de introducir la IA en el lugar de trabajo.
- La obligación de realizar una evaluación del impacto sobre los derechos fundamentales de la introducción de la IA.
- Una cláusula de apertura para que los legisladores nacionales limiten el uso de los sistemas de IA para proteger los derechos de los trabajadores.
USO, junto con la CES, por una directiva sobre IA en el lugar de trabajo
A pesar de los avances en la regulación, esta nueva normativa no incluye ninguna regla sobre el uso de la IA en el lugar de trabajo.
La CES señala que el Parlamento Europeo no logró cerrar una laguna que pone en riesgo la seguridad y los derechos fundamentales de los trabajadores. Según el artículo 6 del informe de la propuesta, el uso de IA en el lugar de trabajo solo se restringirá si presenta un “riesgo significativo”, lo que va en contra del principio de precaución y supone una carga adicional sobre los trabajadores que no es aceptable, dejando su seguridad y sus derechos abiertos al abuso.
Del mismo modo, preocupa que el uso de la IA, que afecta los derechos fundamentales de las personas, entre en el ámbito del proceso de estandarización, dirigido por intereses comerciales privados, en lugar del proceso democrático para elaborar legislación. Además, en el informe se pide una representación equilibrada de intereses, pero no se han dispuesto las medidas necesarias para garantizarla.
Ante estas lagunas que presenta el proyecto de ley en lo relativo al uso de la inteligencia artificial en el trabajo, USO, junto con la CES, demanda una directiva específica al respecto, para garantizar que el principio de “control humano” se pone en práctica en los lugares de trabajo europeos, en consulta con los sindicatos, y que se garantizan los derechos y la protección de los trabajadores.
Controlar la deshumanización
El trabajo es esencial para el ser humano. Lo es en todas sus implicaciones, incluyendo los frutos de este. Y, desde tiempos prehistóricos, el propio ser humano ha tratado de lograr avances que faciliten el trabajo y reduzcan su esfuerzo. Con cada desarrollo tecnológico, las personas ganaban en salud a la par que se conseguía una mayor eficiencia de los procesos productivos.
Sin embargo, ningún avance tecnológico ha puesto sobre la mesa la posibilidad de sustituir por completo al ser humano. “Deshumanizar el trabajo es deshumanizar la sociedad y, en su conjunto, el mundo en que vivimos. Esto nos resulta intolerable. Las máquinas no pueden tomar el control de los trabajadores, sino al revés”, recalca Joaquín Pérez, secretario general de USO.
El trabajo implica una forma de vida de las personas. “El trabajo permite desarrollar nuestro proyecto de vida. Bajo ningún concepto podemos aceptar las tesis más agresivas que hablan de una desaparición casi total del trabajo humano y una concentración de la riqueza en las personas que controlan las máquinas. La inteligencia artificial ha llegado para quedarse y es una buena noticia. Pero siempre que, como cualquier otro adelanto tecnológico, nos sirva para mejorar la relación del ser humano con el trabajo: menos esfuerzo, menos tiempo, más eficiencia”, resume Pérez.
“Los avances en la inteligencia artificial parecen imparables, pero eso no quiere decir que los humanos no puedan regularla y aplicarle una ética que parece que lo artificial no podrá conseguir. Que internet no tiene límites, lo sospechábamos desde hace unos años. Pero, ahora, la ciencia-ficción está aquí y amenaza no solo nuestros trabajos, sino también nuestra propia humanidad”, advierte el dirigente de USO.
Menos trabajo, jornadas más cortas
Por todos los adelantos que supone la inteligencia artificial, el secretario general de USO tiene claro que “es el momento de hablar de reducir la jornada de trabajo. Todos los grandes avances han supuesto reducir los tiempos de trabajo. Hace más de un siglo ya, se conquistó la jornada laboral de ocho horas diarias. Respondía a los grandes avances de la Revolución Industrial. Hoy, con un desarrollo vertiginoso de la tecnología, la robotización, la automatización… y ahora, la inteligencia artificial, debemos poner al fin sobre la mesa que la jornada completa debe ser menor“.
Joaquín Pérez sustenta esta reivindicación de USO “no solo en estos adelantos, sino en la evidencia de que la jornada completa está decayendo. USO lleva analizando concienzudamente los datos sobre empleo en España y, en los últimos años, asistimos no solo a un mayor peso de los contratos parciales sobre los de jornada completa, sino a una no recuperación del total de horas de trabajadas. Si hoy, con el récord de afiliados a la Seguridad Social, seguimos sin recuperar 78 millones de horas trabajadas con respecto a 2019 y el PIB se sostiene, está claro que hay que dividir esas horas de trabajo entre más personas, pero no como se hace ahora: hay que establecer una jornada completa de referencia de menos horas que suponga de verdad una mejora, remunerar la jornada completa y no una parcial”.
Liberar inversión en las Administraciones
No solo las empresas ganarán dinero y tiempo. “Recordemos que la Administración, en todos sus ámbitos funcionales y territoriales, es también una gran empresa, la mayor del país. Y los avances en inteligencia artificial también han llegado para ahorrar costes públicos. En este caso, no podemos hablar de beneficios, sino de liberar partidas presupuestarias que se volverán innecesarias o se reducirán para destinarlas a otros fines”, propone Joaquín Pérez.
Y, en este caso, lo tiene claro: “el principal destino de ese dinero que ahorre la Administración debe ser corregir los desajustes que esta implantación exprés provoque en otros sectores. La formación para la empleabilidad, formación continua para recualificar a los trabajadores de sectores afectados, tiene que ser en todo momento una prioridad de los fondos públicos”.
¿Quién controla los algoritmos de la inteligencia artificial?
Por último, USO no puede dejar de referirse a uno de los mayores peligros que supone la inteligencia artificial sin control humano: pretender que los algoritmos se gestionen solos.
Así, un mismo algoritmo puede aplicarse a un buscador de hoteles, a una página de venta de ropa, a un proceso de selección de personal o a un chat de cribado de enfermedades. En todos ellos pueden sacarse unas conclusiones en función de búsquedas, preferencias o información introducida por el usuario. Sin embargo, la gravedad de las conclusiones equivocadas no tiene las mismas consecuencias.
“Hay que ver la inteligencia artificial como una oportunidad, y esa oportunidad es crear nuevos empleos. Pero no nos podemos permitir otra brecha tecnológica y una generación en permanente exclusión laboral. Harán falta miles de trabajadores cuya principal misión sea seguir y corregir las decisiones de los programas informáticos, así como programar y reprogramar. Ya lo hemos dicho: es imprescindible la formación continua y la recualificación de trabajadores de los sectores que puedan verse más afectados por la inteligencia artificial”, insiste Joaquín Pérez.
Por ello, tal y como hemos analizado, “el gasto público en formación para la empleabilidad debe centrarse en esto. Y, por supuesto, debe gestionarse en todo momento desde la propia Administración y sus organismos de Empleo. No solo reivindicamos la inversión, también tenemos clara su financiación: del propio ahorro de la Administración como empresa”, concluye el secretario general de USO.
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